El pecado de la carne, en la visión del exministro Buryaile

29 mayo 2021

“Más allá de la terrible situación que genera la pandemia en el mundo, la Argentina no sólo enfrenta momentos críticos, sino que su Gobierno los genera”, dijo el exfuncionario formoseño.


Cr. Ricardo Buryaile, exministro de Agroindustria de la Nación, en los primeros dos años de la presidencia de Mauricio Macri (2015-2017).


   El ex ministro de Agroindustria de la Nación en los primeros dos años de la presidencia de Mauricio Macri (2015-2017), Ricardo Buryaile, escribió un artículo con su visión acerca del reciente cierre de las exportaciones de carne vacuna por 30 días.

   “El pensamiento del lector al iniciar la lectura tal vez lo lleve a buscar dichos sobre la ley moral cristiana.  

   No es por ahí.

   El propósito es analizar las decisiones del Gobierno relativas a las exportaciones cárnicas.

   Más allá de la terrible situación que genera la pandemia a nivel mundial, la Argentina no sólo enfrenta momentos críticos, sino que su Gobierno los genera.

   Las internas e indefiniciones dentro de la alianza gobernante, la inflación, el desempleo, los índices de pobreza y la quiebra de pymes son motivo de alarma. En este contexto en que, consecuencia de una negligente negociación en la adquisición de vacunas, la segunda ola de la pandemia golpea con dureza a los argentinos, el presidente Alberto Fernández sorprende al mundo prohibiendo exportar el producto más emblemático y reconocido internacionalmente: la carne vacuna.

De nada pareciera servir la experiencia que el propio jefe de Estado vivió cuando, siendo jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, tomaba idéntica decisión. Ese error trajo nefastas consecuencias para el país.

   En aquel momento nos ubicábamos en el tercer lugar como exportador mundial de carnes, retrocedimos al décimo tercero, quebraron 140 plantas frigoríficas, se perdieron 15.000 puestos de trabajo y 12 millones de cabezas de ganado vacuno, comparable con la totalidad del rodeo uruguayo o el paraguayo.

¿Por qué se hace?

   La Argentina tiene aproximadamente 130.000 establecimientos ganaderos de distinto porte, frente a 45 millones de consumidores de carne vacuna.

   Los gobiernos del día a día (pan para hoy; hambre para mañana) prefieren pagar el  costo de afectar toda una cadena de valor, para “supuestamente” beneficiar a los consumidores, al forzar una oferta local mayor.

   La consecuencia real de este tipo de medidas es el desaliento de los productores, la desinversión y el estancamiento a largo plazo.

Históricamente, la carne se constituyó en un bien salario y los gobiernos han acudido, una y otra vez, a distintas recetas para preservar el poder de compra de la población frente a la inflación.

   Así, se intentaron multiplicidad de medidas, vedas, precios máximos, cupos, intervenciones, sin que alguna de ellas cumpliera el objetivo propuesto. Por el contrario, generaron un perjuicio a la cadena productiva y a la vida de los pueblos del interior.

   Pretenden resolver, por vía de la intervención en el mercado de carnes, lo que debe resolverse con buena gestión presupuestaria y razonable política fiscal.

   Basta con analizar las estadísticas del siguiente cuadro, donde podremos corroborar el resultado de las sucesivas políticas ganaderas:

   Del análisis del cuadro expuesto podemos concluir que, en 45 años, el rodeo vacuno cayó en términos nominales casi un 8 % y, en lo relativo a la existencia per cápita, un 48 % en un país cuya población creció por encima del 40 %.   

   El consumo de carne vacuna ha ido disminuyendo a medida que la relación cabezas/habitante se fue deteriorando. Los cambios en la dieta de los consumidores es uno de los componentes de esa baja, pero no en la magnitud para ser exclusivo.

La pérdida del poder adquisitivo de los sectores populares no puede ser dejada de lado al completar la ecuación de la baja del consumo en “el país del mejor asado del mundo”.

   En la actualidad, el menú de proteína animal del argentino consiste en 50,8 kilos carne vacuna, 45 aviar y 15 de cerdos, lo que demuestra la diversificación en los hábitos de la población, que permite trabajar sobre saldos exportables de manera generar expectativas favorables en los respectivos subsectores.

   El presidente (por Alberto Fernández) ha tomado una decisión cortoplacista que afecta a una actividad cuyo ciclo biológico productivo excede a su propio mandato y, lo que es peor aún, la tomó sin la adecuada información básica del funcionamiento del mercado. Ni siquiera ha escuchado al ex residente uruguayo cuando le dijo:  “En el Río de la Plata, históricamente la carne es un hecho político determinante”. Tampoco lo hizo en el consejo de buscar salidas consensuadas a la coyuntura de precios. Prefirió imponer por encima de acordar.

   El kirchnerismo reitera errores conceptuales que el país los paga muy caro: subsidia la oferta y no la demanda de un bien; lo hace con las tarifas de los servicios públicos y ahora con la carne vacuna. Harán que los productores de zonas de cría (80 % de ellos son pequeños y medianos), sean de Formosa, Chaco, Corrientes, La Pampa o cualquier otra zona, subsidien el asado de los vecinos de Puerto Madero, Recoleta, Barrio Norte e, incluso, de aquellos que fueron alcanzados por el Impuesto a la Riqueza. ¿Es todo esto razonable? Es impensado si la gestión fuera por donde tiene que ir.

   El pecado de los productores es producir un “bien salario” cuando gobierna el populismo.

El pecado del populismo es destruir a los generadores de salarios, para gestionar un país a través de la clientelización social.

   La verdad es la única realidad, decía Aristóteles, y la verdad es que van camino a reiterar la destrucción de la producción ganadera de la mano de la soberbia y el desconocimiento. Ojalá, por el bien de los argentinos recapaciten. Quizás todavía estén a tiempo”.