Cristóbal Doiny Cabré es integrante de la comisión directiva de la Asociación de Ganaderos y Agricultores de Bahía Blanca (AGA). / Fotos: Familia Doiny Cabré.
La historia se sitúa en un pastizal —de 120 hectáreas— cedido por la familia bahiense Doiny Cabré. El establecimiento agropecuario, denominado El Chasicó, está ubicado a 60 kilómetros de Bahía Blanca, a la vera de la ruta nacional 35.
—Se hace un manejo racional del pastoreo.
—Se mantiene el ecosistema natural de pastizales.
—No se permite la caza.
—No se aplican agroquímicos.
—Se evita la quema y la roturación del pastizal.
“Es un manejo nuestro; es algo interno. Lo venimos realizando desde hace muchos años y, en realidad, lo que hicimos ahora es darle cierta formalidad”.
Lo dice —como el pasar— el productor ganadero Cristóbal Doiny Cabré, uno de los dueños de El Chasicó, el establecimiento donde se cumplen los citados ítems, como una condición indispensable y necesaria para sostener el hábitat de la loica pampeana.
Cristóbal Doiny Cabré es, además, integrante de la comisión directiva de la Asociación de Ganaderos y Agricultores de Bahía Blanca (AGA).
Se trata de un ave categorizada en peligro en extinción en todo el mundo, con la existencia de ejemplares sólo en el sudoeste bonaerense y en algunas regiones del Uruguay, donde la clave de la supervivencia está en sumar hábitats con manejos diferenciales; es decir, exactamente lo que aporta —en forma desinteresada— la familia Doiny Cabré.
“Por eso insisto: para nosotros no cambió nada, ya que seguiremos haciendo lo mismo para la preservación del ave”, añade respecto del denominado refugio de vida silvestre.
Los restantes dueños del campo son Santiago, quien es ingeniero Civil; Emilio, médico veterinario y Dolores, traductora pública de inglés.
“En su momento lo hablé con mis hermanos para convencerlos de preservar al menos un potrero. Y así lo acordamos”, señala.
“Hace bastante tiempo que lo mantenemos sin arar y eso generó que las aves se hayan acostumbrado a ese lote en particular”, agrega.
En el marco del proyecto Salvemos la loica pampeana, el pasante del INTA, Agustín Álvarez, bajo la dirección de Natalia Cozzani, de la Universidad Nacional del Sur y de Rodrigo Tizón, del INTA-UNS, llevan adelante acciones de investigación sobre la caracterización del uso de hábitats de la loica pampeana y del manejo ganadero en los lotes de El Chasicó.
“Tanto desde la UNS como desde el INTA-Bordenave hace bastante tiempo que van expertos a hacer investigaciones y trabajos y, junto a ellos, acordamos darle esta formalidad”, alude Doiny Cabré, en relación a la difusión del refugio.
El enclave está a la vera de la ruta nacional 35, a unos 60 kilómetros de Bahía Blanca (mojón 57 a 61), en dirección a Villa Iris, 20 kilómetros más allá de Nueva Roma (km. 40).
El investigador Rodrigo Tizón (izq.) y Mauricio Chamine, encargado del campo y defensor de las loicas, con la referencia del lugar. El campo se encuentra en el distrito de Tornquist y, en total, tiene 1.500 hectáreas.
“Hacemos ganadería, pero también toda la agricultura que necesitamos para otros dos campos que están integrados. Es forraje en avena, sorgo y demás”, cuenta.
Doiny Cabré comenzó como un observador aficionado de aves a partir de la vinculación familiar con el campo y con las sierras de Tornquist.
“Hasta que llegó un momento en que empecé a hacerlo con más profesionalismo, con largavistas, con guías y demás”, admite.
En otros tiempos, la loica pampeana fue un ave abundante que ocupaba toda la Pampa Húmeda hasta Bahía Blanca, casi todo el Uruguay y una buena parte del sur del Brasil.
“Hoy sólo está en los partidos de Tornquist, Saavedra y Puan y en una zona de Tacuarembó, en el vecino país. Es una de las más amenazadas de la Argentina y está en extinción”, dice.
“En una especie muy selectiva en cuanto al hábitat, ya que rechaza todo tipo de modificación de la naturaleza, que es el pastizal pampeano”, agrega.
“Campos naturales, desde el punto de vista estricto, casi no quedan, pero sí hay otros que, durante un buen tiempo, no han sido rotulados. Es lo que uno ve de paja vizcachera, por ejemplo”, explica el ganadero.
“Parece todo lo mismo, pero no lo es. Hay muchas especies distintas de plantas y eso implica todo un ecosistema que necesita la loica pampeana”, indica.
También dijo que la loica común, que también se moviliza por su campo, es muy parecida.
“Posadas son idénticas, pero cuanto vuelan la gran diferencia es que la parte interna de las alas de la pampeana es negra y, en el caso de la común, es blanca. En vuelo ya se aprecian diferentes”, asegura.
“Y tienen otros comportamientos. La loica común, si bien anida en el suelo, acepta modificaciones de ambientes, vive en zonas patagónicas y utiliza los arbustos, pero la pampeana no, ya que requiere del pastizal”, aclara.
“Cuando uno planta árboles, o siembra trigo, cebada o sorgo, la loica pampeana se va. No puede vivir en ese ambiente, porque no tiene comida, no encuentra refugio y no puede hacer nido. Por eso es tan dependiente del ecosistema natural”, manifiesta.
El potrero donde se movilizan los ejemplares se mantiene sin arar desde hace muchos años. De allí el acostumbramiento en particular.
“La investigación que se está haciendo ahora es respecto de la vegetación, con la intención de precisar por qué las aves se quedan tanto tiempo allí más allá de lo que uno puede presumir”, asevera.
El potrero, de las citadas 120 hectáreas, es el 8 % del total del campo.
“Nuestra política sustentable es no sobrepastorearlo, ya que así lo hacemos en todos los lotes”, cuenta.
“A este campo las vacas entran igual, pero evitamos hacerlo en la etapa reproductiva. Las loicas se mueven en el pastizal y. como anidan en el suelo, no tendrían dónde hacer los nidos. Si la vaca ingresa, los puede destruir”, relata.
La etapa reproductiva de la loica pampeana es de unos tres meses, entre octubre y diciembre. En el resto del año existe una convivencia.
Respecto de la población del ave, que se alimentan de granos e insectos varios y viven en bandadas, no es sencillo precisarla.
En cuanto a la edad de supervivencia, algunos especialistas sostienen que no es sencillo determinarla en el sudoeste bonaerense en razón de fuertes sequías y heladas, fenómeno en que algunos ejemplares —de edad avanzada— se mueren de frío. El rango, de todos modos, podría segmentarse entre los 5 y los 10 años de vida.
Las loicas pampeana y común no son las únicas que se movilizan en el campo de la familia Doiny Cabré.
En distintos momentos del año se aprecian, de acuerdo con testimonios fotográficos, aguilucho langostero; gavilán planeador; inambú común o perdiz chica; cachirla; halcón plomizo y lechucita vizcachera; agachona chica; chorlo pampa y hasta ñandúes.
Es usual, asimismo, observar al zorro gris, que es uno de los principales predador de las loicas.
En el sudoeste de la provincia de Buenos Aires se encuentran las tres especies de pechos colorados o loicas que, si bien a simple vista parecen similares, poseen realidades diferentes.
—Pecho colorado (de amplia difusión).
—La loica común (muy frecuente en la Patagonia y en la cordillera).
—Loica pampeana, que posee allí su mayor población.
La zona es especial por ubicarse entre los ecosistemas del pastizal pampeano y el espinal, donde el paisaje está dominado por gramíneas y se entremezcla con arbustos y árboles como el chañar y el caldén, todo inmerso actualmente en una matriz agrícola ganadera.
Fuente: Diario La Nueva., de Bahía Blanca