El escaso poder adquisitivo de los salarios hace que los precios de la carne vacuna al mostrador no logren acompañar, en forma plena, la suba que sí ha registrado la hacienda en pie, llevando a algunos eslabones intermediarios de la cadena a asumir parte de este costo.
Con los márgenes que ha cerrado la industria exportadora hasta el derrumbe de China, parte de esta absorción podía ser asimilada sin mayores inconvenientes.
Sin embargo, con una industria más dependiente del mercado doméstico, esta presión en algún punto deberá trasladarse al mostrador, si es que el consumo así lo permite, o bien corrigiendo hacia atrás, sobre la hacienda en pie.
Estas son algunas de las conclusiones del trabajo realizado por María Julia Aiassa y María Belén Collati, de la consultora Big River, para el Mercado Ganadero de Rosario (Rosgan).
Transcurridos ya casi tres meses de la nueva gestión, las principales variables de la economía real deberían comenzar a moverse. Hasta el momento, en medio de una ley de emergencia económica, con congelamiento de tarifas y acuerdos de precios, el mercado no ha tenido grandes sobresaltos.
Sin embargo, este marzo es un mes para estar muy atentos ante las definiciones de los principales costos, tanto laborales e impositivos, como de insumos y servicios en general.
También marzo, a su vez, es un momento clave para el ciclo ganadero donde comienza a volcarse gran parte de la zafra de terneros. Los valores que se definan en estos meses serán cruciales para determinar el margen de los eslabones primarios de la cadena y, a partir de allí, disparar una serie de correcciones en términos de expansión o retención, que tendrán su impacto sobre el mediano y largo plazo.
Mediante un razonamiento económico simple se puede decir que, ante el excedente de oferta que ha liberado la exportación producto de la caída de las compras chinas y la crisis de poder adquisitivo que aún enfrenta el consumo interno, el mercado ya debería haber comenzado a ajustar vía precios.
Es decir, la absorción de este excedente de oferta por parte del mercado doméstico debería estar concretándose a un menor nivel de precio. Sin embargo, la reacción del consumo no ha sido la esperada.
En estos meses, los precios de la carne vacuna al mostrador se han ubicado por encima de la inflación.
El corrimiento de la oferta de terneros responde a una prolongación del período de recría. Es decir, no se trata de un faltante estructural.
De acuerdo con relevamientos de precios minoristas realizado mensualmente por el Instituto de Promoción de Carne Vacuna Argentina (IPCVA), el precio promedio de los distintos cortes de carne vacuna ha estado registrando alzas de entre 2 y 5 puntos por encima de la inflación desde noviembre último.
En el último relevamiento de enero de 2020, el precio de la carne registró una nueva corrección del 7,4 % mensual contra una tasa de inflación que se ubicó apenas en el 2,3 %.
Para febrero que acaba de cerrar, si bien todavía no se conocen las mediciones finales, sabemos que el precio de la carne al mostrador siguió corrigiendo a tasas que, probablemente, terminen repitiendo la performance de enero contra una inflación que, de acuerdo con las expectativas del mercado, se mantendría relativamente estable o con leves aumentos respecto de enero.
Faena mensual de machos de 2 dientes.
Entonces, ¿a qué responde concretamente esta suba siendo que el consumo aún no ha logrado recomponer plenamente su poder adquisitivo, más allá del ingreso adicional que representan los aguinaldos de fin de año o, incluso, los programas de ayuda específicos orientados a los sectores de ingresos más bajos?
Para hallar la respuesta a este comportamiento debemos analizar no tanto el excedente total que estaría absorbiendo —de manera aparente— el mercado interno, sino la composición de esa oferta.
Actualmente, existe un faltante de esa hacienda liviana que, mayoritariamente, prefiere el consumo y es el que se estaría trasladando a precios. Si bien la faena en la Argentina es sumamente estable, la dinámica de las distintas categorías tiene sí su propia estacionalidad.
Si bien durante los meses de julio-agosto se observa un leve incremento en la faena de categoría machos de 2 dientes, luego, durante el último trimestre del año vuelve a registrar un segundo pico y esta vez más pronunciado que escapa, claramente, a su comportamiento estacional.
Este corrimiento de la oferta de terneros responde a una prolongación del período de recría. Es decir, no se trata de un faltante estructural, ya que se está produciendo lo mismo, pero más lentamente. El por qué de este cambio se explica directamente por la baja rentabilidad que ofrece, hoy, un sistema de engorde intensivo, a base de maíz. Esto genera que los feedlots pierdan capacidad de reposición y, desde el lado del criador, exista un mayor incentivo a retener los terneros, extendiendo las recrías a campo.
Aun así, la faena del mes de enero para este renglón resultó en 380.133 animales, 10 % menos que en diciembre. Si se toma la serie anterior para terneros, en enero de 2019 la caída respecto de diciembre fue de apenas el 5 % mensual.
Estacionalidad de la faena de la categoría terneros.
Así, queda en evidencia la falta de hacienda liviana, producto de la escasa oferta de animales que sale de los feedlots. Este faltante repercute en el precio de la hacienda en pie.
Si se toma como referencia la categoría de novillitos livianos del Mercado de Liniers (300 a 390 kilos), vemos que en los últimos 3 meses su valor registró una suba —a valores corrientes— del 18% contra un índice general (IGML) que avanzó un 6 % en el período.
“Para poder interpretar y sacar conclusiones de manera integral entre la evolución de los precios de todos los bienes y servicios y el valor de la carne vacuna se debe considerar la evolución de ambos indicadores en un período representativo”, dijo Mariano D'Amore, del Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca-Argentina (CREEBBA).
“La última década puede representar un período suficiente para tomar en consideración.En los tres primeros años del período considerado existe un atraso en la variación del valor de la carne vacuna acumulando una diferencia negativa del 45 %, mientras que en los dos años siguientes se observa una diferencia acumulada positiva del +52 %”, agregó, en díalogo con La Nueva.
“A partir de 2016 vuelve a reflejarse un atraso respecto al resto de los bienes y servicios. En el acumulado se observa una diferencia negativa, reflejando un atraso respecto a la variación acumulada de todos los bienes y servicios de la economía desde el año 2011 hasta la actualidad. El comportamiento en la evolución del precio de la carne vacuna no puede ser acotado a un breve período de tiempo, dado que su evolución está asociada a factores estructurales, biológicos y externos que se expresan con cierto rezago”, sostuvo.
“La percepción del consumidor promedio se asocia a un período corto de tiempo hacia atrás, en lo que se podría definir como de memoria corta y percibe las variaciones nominales solamente de los últimos períodos, mientras que lo que sucede en los anteriores le resulta difícil de incorporar en la formación de opinión. Por esta razón, en un producto tan importante en la canasta alimentaria, cuando existen modificaciones positivas en su valor, le parece que difiere respecto a la variación en otros bienes y servicios”, indicó.
“Lo anterior demuestra que esto no sucede y que, en el largo plazo, las variaciones tienden a compensarse, o incluso atrasarse, como se observa en este caso”, dijo.
Fuente: Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com / Diario La Nueva.