Aquí están, estos son, los impuestos que llegaron para quedarse:
El gravamen sobre los créditos y débitos bancarios, más conocido como impuesto al cheque, fue establecido por ley en el año 2001 para estar vigente hasta diciembre de 2002.
Tras sucesivas prórrogas, 18 años después el impuesto sigue en pie y su vigencia ahora está fijada hasta diciembre de 2022.
Las retenciones implementadas a través del decreto 793/2018. La norma establecía que hasta diciembre de 2020 se aplicaría una carga por derecho de exportación de 12 %, con un tope de $ 4 por dólar en el caso de los bienes primarios y de $ 3 por dólar en las ventas al exterior de otro tipo.
En marzo pasado, el Gobierno anunció una suba de retenciones a la soja del 30 al 33 % y un sistema de compensaciones para unos 42.000 productores que representan el 74 % de los agricultores y el 23 % del volumen de soja. Sin embargo, ese sistema no se puso en marcha (hasta el momento).
El impuesto a los réditos fue creado en 1932, con el telón de fondo de los efectos de la crisis económica mundial. Luego derivó en el Impuesto a las Ganancias. Se trata de un tributo que, en la teoría, no es considerado distorsivo por economistas y tributaristas.
El Impuesto al Valor Agregado (IVA) se creó en 1975 con una alícuota del 13 % y en reemplazo del impuesto a las ventas, que era nacional, y del impuesto a la actividad lucrativa, que era provincial. Al poco tiempo, las jurisdicciones crearon Ingresos Brutos y la alícuota del IVA se elevó.
La última suba, que la llevó del 18 % al 21 %, se aprobó en 1995 y por un año. Pero esa alícuota es la que actualmente sigue vigente, aunque con excepciones. Por ejemplo, hasta el 31 de diciembre de este año, se bajó la alícuota a 0 % para 11 familias de alimentos de primera necesidad.
En tanto, Bienes Personales nació en 1991 con una vigencia de nueve años, aunque sigue vigente hasta en la actualidad.
Desde diciembre del año pasado, las alícuotas volvieron al esquema de 2015 (hasta 1,25 %) luego de haber bajado hasta 0,75 %. Además, para los bienes que los argentinos tienen en el exterior ese porcentaje aumentó hasta un 2,25 %, con excepciones en caso de que se repatriaran fondos.
En el siglo XIX, los derechos de exportación y los aranceles a la importación fueron las principales fuentes de recursos tributarios del fisco nacional.
Hacia los años 30, ya en el siglo XX, se aplicaron tipos de cambio múltiples, mientras que en la década del 40 las regulaciones del Estado para la venta de productos primarios cumplían el rol de determinar precios.
Los derechos de exportación propiamente dichos volvieron con la autodenominada Revolución Libertadora, en 1955.
A partir de entonces, dependiendo de cómo estaba el tipo de cambio, la cuestión formó parte con frecuencia de la agenda económica de los gobiernos, con ajustes de alícuotas y determinación de productos alcanzados o no.
El Impuesto a las Ganancias nació como "impuesto a los réditos" en 1932, durante el gobierno de facto de José Félix Uriburu, para paliar el déficit fiscal.
Durante décadas, sólo afectó a ciertos bienes, empresas y a ciertas inversiones. En 1973, el gobierno de Juan D. Perón estableció la cuarta categoría y lo extendió a los trabajadores.
En 1999, durante la presidencia de Fernando De la Rúa, el ministro José Luis Machinea creó la famosa tablita que, inflación mediante, podía llevarse hasta el 35 % de los ingresos de los asalariados.
Luego, durante la campaña de 2015, Mauricio Macri prometió eliminar el impuesto a la ganancias, al menos en lo que impactaba a los empleados y trabajadores. Sin embargo, esto no ocurrió.
Fuente: contagro.com / Fuente: iProfesional