De acuerdo al último informe de Rosgan, la recría representa un eslabón en la cadena de desarrollo del animal que, muchas veces, queda difusa, en especial confundida con una invernada, dependiendo del grado de intensificación que se adopte durante el proceso. Lo cierto es que durante la recría de un animal se producen importantes cambios a nivel metabolismo, así como en el tipo y proporción de los tejidos que se desarrollan que, luego, resultan determinantes al momento de incorporar mayores kilos en la faena.
En general se considera recría a partir del destete del ternero, y hasta el momento en que el animal llega a un peso vivo a partir del cual están en condiciones de ser sometidos a una dieta más intensiva para su terminación. Esto considerando sólo la recría con destino a engorde y faena, diferente a la recría de hembras con fines reproductivos cuyo acompañamiento se da hasta el momento en que esa hembra esté en condiciones de recibir su primer servicio.
En ocasiones, debido a la sequía o a la falta de liquidez financiera de los criadores, las recrías comienzan con destetes anticipados que, posteriormente, son sometidos a ofertas forrajeras deficientes en cuanto a lo nutricional y altamente condicionadas por los ciclos naturales de producción. Bajo este tipo de manejo, la recría muchas veces queda asociada a una alternativa barata y de baja inversión que permite cubrir este tipo de necesidades estacionales. Sin embargo, algo está cambiando en esta concepción que, hoy, comienza a verse como una aliada clave para lograr una producción de animales llegando con más kilos a la faena.
El estancamiento o falta de crecimiento del stock nacional en los últimos años, y la consecuente disminución de la oferta de terneros y terneras para engorde torna inevitable la necesidad de aumentar el peso de faena para poder sostener e incluso recuperar volumen de producción.
Este año, donde la oferta de terneros y terneras fue de 650 mil animales menos que los obtenidos durante la zafra pasada, el número de novillitos y vaquillonas que han llegado a faena se contrajo en similar proporción, resultando hasta el momento en una pérdida de unas 110 mil toneladas de carne vacuna, considerando solo lo proveniente de estas dos categorías, donde el peso medio de faena apenas mejoró en menos de un 2%.
Si bien las recrías han comenzado a consolidarse en los últimos años, durante el presente ciclo se ha visto particularmente acentuado.
De acuerdo a los datos de movimientos de hacienda que informa el Senasa, de enero a noviembre de este año se registró el traslado de 17,3 millones de animales con destino a campos de cría e invernada. De este total, sólo 2,9 millones han ingresado a establecimientos de engorde a corral para su terminación mientras que el resto (14,4 millones) permaneció a campo, por supuesto, con diferentes grados de suplementación.
Estos mismos datos, dos años atrás, en 2019, mostraban un movimiento total de animales, 17,25 millones de bovinos, de los cuales 3,9 millones tenían por destino otros establecimientos de engorde a corral. Es decir que, en los últimos dos años, el feedlot pasó de representar el 22,5% de todo el movimiento de hacienda de invernada, a capturar sólo un 16,9% este año. En términos absolutos, esto representa un pasaje de nada menos que un millones de animales que antes ingresaban a los corrales y hoy permanecen en los campos, prolongando sus recrías e invernadas de base pastoril.
Un aspecto fundamental a tener en cuenta es la eficiencia productiva que se logra en este tipo de sistemas. Mediante la intensificación de las recrías es posible pasar de vender un producto terminado de 300/320 kilos a 400 kilos o más, ganando kilos a menor costo. Es decir que, esto no solo implica un incremento en la producción de carne por animal en stock, sino que también resulta más eficiente en materia de costos de alimentación, tan importante para el engorde ante este nuevo nivel de valores de los granos que no pareciera tener mucho margen para ceder en el mediano y largo plazo.
Asimismo, otra de las ventajas que aporta la recría es la flexibilidad a la hora de definir la terminación y destino del producto final. Esto es, un animal recriado puede ingresar al feedlot para su terminación final habiendo ganado previamente kilos en desarrollo muscular y peso de carcasa a pasto o bien continuar en un ciclo completo que terminará en un novillo pesado con destino exportación.
Actualmente los pesos medios de faena en Argentina rondan los 230kg por res, habiendo crecido cerca de 3kg en el último año. Aun así, todavía se encuentran muy lejos de los pesos medios logrados por nuestros vecinos, Uruguay y Brasil, con faenas en torno a los 260kg e, incluso Paraguay, con promedios cercanos a los 245kg por res.
Por último, trabajar con sistemas que permitan lograr animales más pesados, otorga además una mayor versatilidad para adaptar el producto final a lo que esté buscando la industria frigorífica, conforme las oportunidades que presente su demanda.
Fuente: BCR News / Rosgan