Trabajar en una adecuada planificación fiscal conforme a las normas vigentes nos permite mitigar en parte los efectos que limitan el desarrollo productivo y de esta manera agregar valor. Como primera medida, siempre es necesario hacer un diagnóstico de la situación en la que nos encontramos, para a partir de entonces establecer objetivos concretos en un enfoque de mejora continua.
La base de toda planificación fiscal es una contabilidad sólida, en la que se registren correctamente las operaciones y la información fluya oportunamente. Aquí la comunicación juega un rol clave. Una administración sana con procesos claros y bien definidos no solo permite efectuar controles cruzados sino también corregir desvíos a tiempo.
Abordar la actividad de forma sistémica, contemplando todas las aristas del negocio también implica poner foco en la planificación fiscal alineada a los objetivos de la empresa.
Una contabilidad adecuada permitirá hacer una proyección del negocio y comenzar a trabajar con prebalances para empezar a definir las estrategias de cara al cierre de ejercicio. Dicho esto, son varios los puntos a considerar en una planificación fiscal y los mismos van a estar también vinculados a la etapa en que nos encontremos.
La constitución de una nueva razón social implica considerar la imposibilidad de compensar el quebranto de una actividad con los beneficios de otra. También corresponde poner en la balanza la opción de mantener el IVA anual que, si bien a priori otorga una ventaja financiera, pierde atractivo cuando continuamente estamos manteniendo saldos técnicos que la inflación licua mes a mes y el objetivo es desarrollar una actividad complementaria que permita absorber el descalce de alícuotas.
Para la fijación del mes de cierre es importante considerar la actividad a llevar a cabo y alinear las políticas comerciales con la planificación de stocks.
En lo que respecta a contratos corresponde evaluar las modalidades de arrendamiento, aparcería y capitalización de hacienda entre otros. Ya en estadios más avanzados de la empresa y en materia de ingresos, deducciones y adquisiciones de bienes, puntos a prestar atención son las opciones de “venta y reemplazo” contempladas en la ley de impuesto a las ganancias, el leasing, los aportes a SGR, y la política de distribución de utilidades y honorarios.
Por último, el ajuste por inflación también nos exige asignarle mayor preponderancia al impuesto a los bienes personales acciones y participaciones (impuesto que pagan las empresas en cabeza de sus socios/accionistas) que pasa a ser un monto considerable en los presupuestos y a raíz del ajuste impositivo por inflación evaluar la exposición en activos y pasivos monetarios que puedan dar lugar a una pérdida o ganancia dependiendo el caso.
Como conclusión, podemos decir que son muchos los puntos de una planificación fiscal, pero el punto de partida es siempre una contabilidad ordenada, detallada, auditada y bien imputada a los centros de costos, la cual permitirá poder tener una visión integral y oportuna que dé lugar a tomar las mejores decisiones.
Fuente: CPN José Mondino AZ Group / Barrero&Larroudé