Patagones y Villarino: una región que dejó de ser semiárida

29 noviembre 2023

Si bien el clima es impiadoso, los planteos con cultivos anuales para los sistemas agropecuarios de secano amenazan con dejar una zona desértica.


Habitual escena en los campos del sur del sudoeste bonaerense. / Fotos: gentileza Alejandro Pezzola.


   La verdad es que los planteos basados en pasturas naturales y perennes, protección del monte, vicia y algunos verdeos sembrados con labranza cero, articulados con pastoreo rotativo, adición de suplemento proteico y la reconocida práctica del estacionamiento del servicio son excepcionales en los partidos de Patagones y Villarino.

   “Comprometidos con la conservación del suelo, un buen número de productores aún trabajan en forma organizada para minimizar la erosión eólica”, sostuvo el Dr. Miguel Angel Cantamutto, director de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) del INTA Hilario Ascasubi.

   “Con los números en la mesa, esos productores pueden demostrar que es posible lograr buenos niveles productivos sin perder suelos por las permanentes y cada vez más intensas voladuras”, añadió.

   De acuerdo con estudios de organismos de ciencia y técnica de la región, avalados por otras investigaciones en zonas de semejanza en cuanto a suelo y régimen de precipitaciones, la insistencia de planteos con cultivos anuales para los sistemas agropecuarios de secano en estas planicies generan más perjuicios que beneficios en cuanto a una producción sustentable.

   Muy por el contrario, la recomendación es respecto de un uso racional del pastizal natural, la implantación de pasturas permanentes y, además, para favorecer la protección del bosque nativo.

   En esta misma línea, los municipios de Patagones y de Villarino y el ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires ofrecen programas afines —con ayuda económica— a los productores para la siembra de forrajeras perennes y la protección del bosque nativo.

   El tema no es nuevo, pero sale a la luz por una alarmante coyuntural ausencia de lluvias (que tampoco es novedosa) y muestra la voladora de campos con nubes de tierra que, en algunos casos, terminan impactando en Bahía Blanca y en la región cercana.

   “Definitivamente, otro de los recurrentes períodos de sequía está golpeando a los agroecosistemas del extremo austral bonaerense”, sostuvo el Dr. Cantamutto.

Pastizales y vegetación arbórea

   Las planicies del secano del extremo austral de Buenos Aires son formaciones geográficas originalmente cubiertas por pastizales naturales y vegetación arbórea gradualmente decrecientes hacia el sudoeste.

   Son más de dos millones de hectáreas que, en los últimos sesenta años, han sido fuertemente transformadas a planteos productivos en los que se incorporaron gramíneas anuales.

   Hasta este agosto, la acumulación de lluvia registrada en la red de pluviómetros de la EEA del INTA Ascasubi, dispuesta en campos de los distritos de Patagones y de Villarino, totalizaba menos de un tercio del promedio regional.

Hasta los últimos días de este septiembre las precipitaciones han sido de alrededor 220 milímetros. La media histórica para el segmento enero-septiembre es de 346 mm.

   “Si bien durante enero del corriente año las lluvias fueron abundantes, a partir de febrero se mantuvo la condición deficitaria”, señaló Gustavo Zura, responsable de Meteorología de la EEA.

   “Los registros acumulados para el período escasamente llegaron a los 200 milímetros”, agregó.

   ¿Qué sucedió con anterioridad? Lo de siempre: algunos pronósticos favorables parecieron incentivar la siembra de cereales de invierno (a pesar de que la humedad de los suelos era escasa). Así, se observaron movimientos de roturación de suelos durante el otoño asociados a la siembra de cereales de invierno para cosecha o pastoreo (verdeos).

   Los cereales de invierno (avena, cebada, trigo, centeno y triticale) son capaces de germinar en suelos relativamente secos. En este sentido, la migración de vapor proveniente de capas profundas puede ser suficiente para que ocurra la germinación. Pero, posteriormente, debe existir una buena disponibilidad de agua, por reservas previas o lluvias posteriores, para que el desarrollo del sistema radicular produzca el correcto anclaje de las plántulas.

Los vientos no se detienen

   La historia se repite en cuanto a que el mes de agosto, en esta región, es escaso en precipitaciones. Y signado por fuertes vientos. No sólo ha sucedido así, sino que se ha prolongado durante, por lo menos, desde septiembre hasta fines de este noviembre que termina de concluir.

   En ese período, la Estación Meteorológica de la EEA del INTA Ascasubi registró predominancia de días con ráfagas superiores a los 50 kilómetros por hora que, en al menos un tercio del período, superaron los 75 km/h.

   “Hasta mediados de agosto, las voladuras de suelos fueron esporádicas y puntuales pero, luego, la erosión eólica cobró relevancia y alcanzó niveles catastróficos”, comentó el jefe de la Agencia de Extensión Rural (AER) de Patagones, Ing. Agr. Andrés Grand.

   “Los focos de erosión eólica en Patagones son recurrentes”, añadió.

   “En ese mes se volaron suelos que estaban en barbecho o, recientemente, sembrados con trigo u otro cereal invernal”, sostuvo.

   ¿Por qué estaban sin cobertura? Porque fueron pulverizados con la labranza convencional aplicada. Hay que tener en cuenta que se trata de suelos arenosos o depósitos de arena de voladuras previas.

   También se observaron voladuras, aunque de menor magnitud, en algunos potreros pisoteados y sobrepastoreados.

   “Por el contrario, los suelos que se mantuvieron con cobertura vegetal (seca o viva) no se volaron. Fue evidente que las pasturas naturales, o las cultivadas, detuvieron la erosión”, comentó el Dr. Cantamutto.

La labranza cero (siembra directa), que muestra un grado creciente de adopción, tampoco sufrió pérdida de suelo por voladuras.

   En forma coincidente, el Agr. Diego Koellner, jefe de la AER Médanos, señaló que algunos suelos preparados para la siembra de trigo con laboreo convencional fueron afectados por fuertes procesos de erosión eólica.

   “Los suelos volaron y dejaron al descubierto las raíces de las plántulas que estaban en vías de implantación”, explicó.

   “La intensa erosión eólica resultó muy notoria en el noreste del sector, mientras que los casos fueron puntuales hacia el oeste”, contó.

   También dijo que, por el contrario, los suelos cubiertos con pasturas perennes, monte, vegetación espontánea o los trabajados bajo labranza cero no se volaron.

Las venideras generaciones

   A esta altura está claro de que las voladuras de suelos constituyen severas pérdidas del recurso, las que demandarán numerosas generaciones de buenos productores y manejos sustentables para la recuperación.

   Estos procesos erosivos, que comprometen la persistencia del recurso natural, también inhabilitan mejoras de infraestructura, alambrados, mangas, corrales, bañaderos y, además, comprometen la calidad de vida de la población.

   Pero las consecuencias no sólo aluden a las cuestiones agronómicas.

Dr. Miguel Angel Cantamutto (izq.) y Lic. Alejandro Pezzola, del INTA Hilario Ascasubi.

   “Durante las tormentas de polvo, la visibilidad en las rutas está severamente afectada”, sostuvo el Lic. Alejandro Pezzola, del área de Recursos Naturales de la EEA del INTA Ascasubi.

   “También ocurren efectos negativos sobre la salud respecto de la visión y la respiración”, amplió.

   “Incluso, en las recientes tormentas de polvo acontecidas en este agosto las imágenes satelitales mostraron que algunas plumas fueron hacia el Océano Atlántico, mientras que otras se dirigieron hacia el conglomerado urbano de Bahía Blanca”, ratificó el Lic. Pezzola.

Fuente: Diario La Nueva., de Bahía Blanca / INTA Ascasubi