“Me cambió la vida. En la oficina dejé los papeles y los cheques para volver a mis inicios de agrónomo. Ahora estoy detrás del tractor que está sembrando, de las vacas en la manga y de otras actividades que había delegado. ¡Como al principio!”.
El testimonio de Marcos Rebolini, productor rural en los distritos de Coronel Suárez y General La Madrid, refleja la realidad del campo en plena crisis sanitaria, en que la cuarentena se hace en el medio de la zona productiva.
“Seguimos trabajando, pero la escenografía es otra, como quien está en una quinta en las afueras de Bahía Blanca”, agregó.
“Me considero un privilegiado al estar con mi familia. Acá hay una ventaja desde la recreación, por ejemplo, algo que no podríamos tener en las ciudades”, sostuvo.
Rebolini está ahora en el establecimiento La Colina, en el límite con Coronel Suárez. Rodeado de caminos vecinales, el enclave se encuentra a 45 kilómetros de la cabecera suarense; a 50 de La Madrid y a 25 de Colina.
El productor está con su esposa Angélica y con dos de sus hijos: Inés, de 22 años y estudiante de medicina y Jerónimo, de 19, quien sigue ingeniería industrial. El tercero, Agustín, de 25 y flamante ingeniero agrónomo por la UCA, permanece en cuarentena en Buenos Aires porque recientemente llegó de Costa Rica.
Además, en el campo, y en casas separadas por casi mil metros, viven otras tres familias con sus hijos. En tiempos convencionales, los chicos van a la escuela rural, distante 4 kilómetros; hoy no. A ellos se suman otras ocho personas, para un total de 20 incluyendo a los Rebolini.
“Lo distinto que hacemos es no ir al pueblo. Nos pasa que los empleados se quedan acá y no se van, porque se complica para entrar y salir y un domingo es lo mismo que un lunes. Están acá, si quieren trabajan y se les pagan extras”, comentó.
En el campo, donde permanecen desde el inicio de la cuarentena, el último viernes 13, los Rebolini tiene DirectTV e internet satelital, con la alternativa de acceder, en forma razonable de uso, a WhatsApp, Instagram, Twitter y Facebook.
“Con internet se puede sacar la carta de porte (NdR: contrato de mercadería entre el expedidor, el transportista y el destinatario) e ingresar a la página de la AFIP, por ejemplo. Todo eso ayuda para el trabajo en el campo y para no tener que ir al pueblo”, explicó.
Se trata de una conectividad por enlaces que van de campo en campo. Es un proveedor de Buenos Aires, que se extendió a General La Madrid y a Coronel Pringles.
Rebolini, quien también posee una carnicería en Coronel Suárez, está terminando la cosecha de girasol, así como de sembrar los verdeos y las avenas para la invernada.
“Ahora preparamos las pasturas de alfalfa y pasto ovillo”, contó.
“¿El agua? Estamos mejor que el año pasado. Ahí la pasamos mal. Incluso ahora nos complica para la cosecha, pero es bienvenida igual”, resumió.
“El girasol viene muy bien para lo que fue el año (por la sequía). Vamos a andar en los 1.800 kilos de promedio (por hectárea), que es muy bueno. Ayudaron las nuevas tecnologías, la directa (SD) y la siembra variable. Esto es casi el rinde histórico de la zona”, añadió, para adelantar que toda la superficie de girasol será sembrada de trigo.
Rebolini también hizo (bajo contrato) girasol confitero, que se exporta a los países árabes.
Marcos Rebolini, en plena cosecha de girasol en el distrito de General La Madrid.
“Cargamos unos 40 camiones con destino a Chivilcoy y a Lobos. Al principio fue con algunos problemas por la cuarentena, pero luego fue fluyendo y hoy el sistema está aceitado. De todos modos, por medidas de algunos intendentes, justificadas o no, debimos embolsar”, comentó.
“Hubo sentido común. Y el tema era no enojarse con el policía, que estaba cumpliendo órdenes de arriba y porque a veces las interpretaciones son distintas. Pero al final todo funciona”, sostuvo.
“En ganadería estuvimos mal hasta fin de año, pero ahí empezó a llover. Llevamos más de 330 milímetros en tres meses y las pasturas estaban bien y los verdeos nacieron igual”, comentó.
Esos 330 mm son más de la mitad de lo que llovió en los 12 meses de 2019.
“En enero tuvimos destetes anticipados, estamos terminando los tactos y las preñeces están arriba del 90 %. Hemos tomado medidas que surtieron efecto”, aseguró Rebolini.
“¿Qué me preocupa de la crisis? El tema económico, pero no el mío, ya que el campo sigue trabajando, sino de las pymes, de los monotributistas, de los comercios y demás”, dijo.
“Temo que habrá una crisis económica financiera en el corto plazo, porque hasta ahora los impuestos de los municipios, las provincias y la Nación siguen como si nada. Hay muchos problemas con los cheques, pero también es lógico que el sistema esté colapsado y que las soluciones tarden en llegar. Las empresas que pagan sueldos, por ejemplo, enfrentan un momento complejo”, explicó Rebolini.
Fabián Vissani es el propietario de la Cabaña Santa Trinidad, ubicada a 10 kilómetros de Algarrobo, en el distrito de Villarino.
Está realizando la cuarentena en su casa, en el pueblo, pero debe viajar todos los días al campo a cumplir con las actividades esenciales de la producción.
“Un animal no entiende de una pandemia o de una cuarentena. Come todos los días y requiere más asistencia si se lo está suplementando”, dijo.
“La rueda del campo no se puede detener porque cuando en esta zona marginal llueve un poco hay que salir a hacer un verdeo o a preparar algo para agricultura. Estacionalmente, los tiempos de siembra, de laboreo o para alimentar a los animales son estos”, añadió Vissani.
“Pero para trabajar tomamos todos los recaudos que nos han indicado desde los organismos de Salud. En el pueblo, por ejemplo, se puede circular hasta las 17, excepto la gente de campo que tiene permiso. Acá hay mucha conciencia en este sentido”, comentó.
Vissani sostuvo que las familias de los chacareros también están en cuarentena y que sólo salen los productores por cuestiones relacionadas con el personal y con la producción.
En la casa, el titular de Santa Trinidad está con su esposa Rosana y sus hijos Enzo, de 22 años, y Tomás, de 20.
La lluvia es un tema recurrente en esta zona del sur del SOB. Aunque, tras no pocas semanas sin nada de agua, esta semana hubo registros que fueron desde los 25 hasta los 65 milímetros en diferentes lugares del partido.
“Nosotros llevamos más de 200 milímetros en este 2020, pero en 2019 había llovido, hasta el 17 de octubre, unos 166 mm. Y luego apenas 90 mm. Poco para todo el año”, indicó.
“Ahora hay gente que está dando de comer a la hacienda con suplementos para luego poder venderla. Hoy el gordo (sic) sale con bastante suplementación, ya que fue un verano muy malo y los verdeos que se intentaron hacer fallaron. Al menos en nuestra zona, por ahí no tanto en el sector de médanos”, aclaró Vissani.
“El año pasado fue malo (en agua) y este verano también. Pensábamos que se iba a revertir tras algunas lluvias, pero no cayó más, subió la temperatura, se secó el pasto y ahora veremos cuánto llueve y empieza la recuperación”, afirmó.
También dijo que en esta zona no se hace mucho verdeo en el verano, en razón de la falta de precipitaciones en ese segmento.
Respecto de la ganadería, Vissani sostuvo que la pandemia puso las condiciones.
“Se complicó para el productor que estaba haciendo un animal pesado para la exportación”, explicó.
“La comercialización se cortó de manera abrupta y quedó esa hacienda que, ahora, muchos han tenido que dar de comer para colocar en un mercado interno donde los valores livianos se mantuvieron, pero donde no sucede lo mismo con los pesados. Cuesta colocarlos y se los castigan (con el precio)”, manifestó.
Vissani sostuvo que el mercado interno consume un animal liviano.
“Nos acostumbraron a consumir eso y ahora se complica ubicar al pesado. Y esto no tiene nada que ver con la calidad de la carne”, aclaró.
“Agricultura? Estoy indeciso, ya que el año pasado acá falló el trigo. Coseché entre el 30 y el 40 % de lo sembrado; el resto no daba ni para pasar la máquina. Si hago algo será poco, porque los pronósticos de lluvia a largo plazo no son muy alentadores”, sostuvo.
Respecto del traslado de hacienda en plena cuarentena, Vissani sostuvo que, más allá de las rigurosas disposiciones, se realiza con normalidad.
“La hacienda que se va es la gorda, que ya no tiene lugar en el campo. Sale a frigoríficos con jauleros que cuentan con todos los protocolos y autorizaciones para poder pasar”, indicó.
“Esta zona se maneja con plantas de Santa Rosa y de La Adela y algunas de Buenos Aires, aunque aquí hay que tener en cuenta el valor del flete”, comentó Vissani.
Por la ruta provincial 51, a 37 kilómetros de Bahía Blanca, se encuentra la estancia La Genoveva, en los alrededores del parque eólico. Allí se encuentra el productor Adrián Achinelly, cumpliendo la cuarentena con su esposa Marta. Sus hijos Delfina y Marcos, en tanto, están en la cabecera bahiense.
“Las actividades agropecuarias deben seguir funcionando. Más aún una biológica como la ganadería. No se pueden detener”, sostuvo.
El día de trabajo para Achinelly comienza poco antes de las 7.
“Desayunamos con Marta y y repasamos las actividades. Estamos en época de vacunación contra la aftosa, que viene un poco demorada, pero siempre hay que hacer trabajos en las mangas y otros que vamos viendo en las propias recorridas. También debemos terminar con los destetes”, relató.
En La Genoveva hay otras dos personas trabajando.
“La actividad está bastante tranquila en función de la coyuntura de los verdeos de invierno. Y ahora esperamos que llueva un poco más de lo caído en esta semana, que ha sido importante (alrededor de 70 milímetros)”, auguró.
La cuarentena también obliga al abastecimiento.
“Tenemos provisiones, ya que vinimos pensando en quedarnos hasta, por lo menos, el 31 de marzo. Y ahora se extendió hasta Semana Santa”, dijo.
“De todos modos, podemos comprar mercadería en la localidad de Cabildo, a pocos kilómetros de acá”, agregó.
Achinelly dijo que por ahora no ha considerado trasladar hacienda, pero que no lo descarta.
“¿Cómo transitamos la cuarentena? Tranquilo, y con la esperanza de que no se extienda mucho y que no se produzcan los cuellos de botella a la hora de la atención hospitalaria”, afirmó.
“De todos modos, este aislamiento no cambia mucho, ya que la vida en el campo es un poco así”, admitió.
Respecto de la producción, Achinelly sostuvo que no se ha podido hacer la siembra de ningún verdeo de invierno, ya sea avena o cebada, y que esperan que aumenten las lluvias para, en junio, hacer la previa de trigo o cebada.
“La última campaña fue bastante floja. Hubo algunos lotes puntuales donde los rindes fueron un poco más satisfactorios, pero nada más”, recordó.
Achinelly también tiene vacas de cría.
“La ganadería no repunta, siempre en función de una sequía que se inició en el verano 2018/2019 y que, en 2019, no pasó de los 350 milímetros”, indicó.
“Este verano arrancó muy mal y el clima destruyó casi todo lo que se sembró. Ahora la condición de la hacienda es bastante regular y, por la época del año, se viene un invierno complicado porque el tiempo se ha acortado considerablemente. Ya estamos en abril y las temperaturas bajan bastante, con lo cual la recuperación del pasto va a ser muy lenta”, explicó.
“Tendremos un costo extra para suplementar, ya que estamos dando algo de grano, de cebada y rollos, aunque es difícil conseguirlos y el precio subió bastante”, concluyó Achinelly.
Fuente: Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com / Diario La Nueva. Bahía Blanca